El pasado viernes 18 de diciembre, llegábamos a Puerto Moral con 9 chavales de 17 años, alumnos de la materia Ciencias de la Tierra y Medioambientales. Además era la primera vez que Goby, mi perro de cinco meses, visitaba la Reserva. Tres de de los alumnos ya habían participado en la salida de primero de bachillerato, y ahora, en segundo, las ganas de realizar la visita se habían incrementado y llenaban de ilusión con sus historias rememoradas al resto de participantes.
Por la noche, tras la cena copiosa proveída por las familias, salimos a dar el tradicional paseo nocturno bajo las estrellas. En esta ocasión, debido a la presencia de una luminosa Luna, y a lo temprano del paseo, no vimos ningún planeta. E incluso la Osa Mayor estaba escondida bajo la arboleda del horizonte. Sí estaba Orión y su reconocible cinturón así como otras estrellas que pudimos identificar gracias a la aplicación Google Sky Map. En el paseo llegamos hasta la charca de las ranas, pero dada la época del año, no las pudimos escuchar. Sin embargo sí tuvo ocasión Javi de darnos un susto a todos lanzando al agua algún objeto que nos hizo saltar en la noche e imaginar que Nessy había llegado a Puerto Moral.
A la mañana siguiente los alumnos, con un mapa de la Reserva por delante, tenían que adentrarse en ella y explorar sus hitos más significativos. Esto lo hicieron Marina P., Aric A., Noelia S., Javi G., Adriana A., Paquita M., que era la primera vez que la visitaban. Yolanda G., Miriam L., y Marta C. me ayudaron a crear un segundo itinerario por la zona exterior de la finca que harán sus compañeros en la próxima salida de Aula Verde en enero. Era el cumpleaños de Marta, y como buena exploradora, se adentró entre espinosos matorrales para descubrir unas rocas con unas vistas impresionantes al valle del Chanza. En su honor, a este mirador lo llamaremos la Roca de Marta.
Tras la estupenda comida que nos hicieron los chavales (recordemos que ellos se agrupan para hacer las tres comidas del aula verde), dedicamos la tarde a la búsqueda de cajas nido siguiendo las indicaciones que al respecto nos había dado Fran. Fue una actividad muy interesante. Pudimos constatar una vez más la dificultad que tiene andar por fuera de los caminos marcados. También, cómo algunas avispas hibernan en su interior. Algunas cajas nido habían desaparecido (de hecho, Antonio nos dio una que tenía en su huerta de Aroche que había encontrado tirada en el camino en una de sus visitas a la finca). Pero otras estaban rotas por el arado que el plan contraincendios había requerido en algunas de las zonas de la finca. En la próxima salida de Aula Verde, en enero, volveremos a buscar las cajas que aún no hemos localizado y colgaremos todas en nuevas ubicaciones preparadas ya para el nuevo periodo de cría que comenzará en unos meses.
Hubo tiempo también para repasar las tejas del almacén, que estaban muy levantadas y deterioradas algunas. Cambiamos algunas y al coger las nuevas del almacén descubrimos a cinco murciélagos de herradura (Rinolophus hipposideros)
Esa noche, el cansancio y la falta de energía en las baterías que provocó una oscuridad sólo aliviada por el fuego de la chimenea, hizo que los chavales se acostaran temprano y los profesores acompañantes nos quedásemos en el salón charlando en voz baja... ¡algo inaudito en estas salidas!
Y el domingo amaneció lluvioso. Más bien tormentoso. Y esa tormenta nos pilló a algunos en plena búsqueda de cajas, lo que provocó que nos calásemos hasta los huesos, y que los malestares físicos ineherentes al frío y a la humedad se cebaran con nosotros. Sin embargo, la presencia de caballos y cerdos en las inmediaciones de la casa fueron estímulo más que suficiente para que todos los chavales salieran a verlos pese a la lluvia.
A la vuelta temíamos que el nivel del agua del Chanza hubiera subido y fuera un peligro para su cruce. Sin embargo no fue así. Y eso es porque a la ida lo habíamos encontrado con un nivel muy bajo. Todo el campo parecía seco, sin agua en los lechos que normalmente en esta época rebosan vida. Ni siquiera la vegetación herbácea levantaba unos dedos del suelo. Por ello nos alegramos de ver ese agua caer y correr por la reserva. ¡Que no falte el agua nunca! En enero, en la próxima aula verde, seguro que disfrutaremos de un mayor verdor gracias a este agua.
Un abrazo a todos.
Fotos de Manuel.